Hace cinco años el diario en el que trabajaba me envió como corresponsal al Medio Oriente para cubrir la Guerra de Gaza.  

Hace dos días gracias a Ustream, pude ver en directo aspectos de la incursión terrestre del ejército israelí en la misma franja de Gaza.

No ha cambiado nada entre una guerra y la otra, del 2009 al 2014. Las mismas provocaciones que dieron inicio a los ataques, las mismas formas de tomar represalias, las mismas razones. ¿Algo nuevo? Tal vez la mayor capacidad de los islamistas de Hamas de sembrar el pánico entre la población israelí, dado que ahora los cohetes artesanales llamados Qassam atraviesan prácticamente todo el territorio de Israel.

Los israelíes se indignan por la andanada de críticas mundiales que reciben por la incursión de su ejército en Gaza. Es imposible soslayar la indignación al ver cómo mueren cuatro niños en un sector de la playa.

Ver a la población civil de Gaza levantarse cada mañana tras una noche de bombardeos e incursión de infantería es una escena que impacta en los medios internacionales. La represalia israelí es descomunal, desproporcionada. Esa guerra la van ganando los radicales de Hamas.

Los israelíes argumentan que se defienden del terror y tienen razón. Si no fuera porque cuentan con los adecuados recursos tecnológicos, la cifra de muertos judíos sería amplia. Entonces cuando los Qassam son detectados en el aire, suenan las alarmas y los israelíes tienen 15 segundos para llegar a sus refugios antibombas. En la mayoría de casos no hay consecuencias fatales, pero el alto nivel de estrés de vivir en tal situación afecta a todos, niños y grandes.

Lo vi en directo y lo viví en enero del 2009 como enviado especial de El Comercio cuando mi trabajo de reporteo me permitió descubrir que en Israel vivían más de mil peruanos. Algunos incluso tenían hijos de 18, 19 o 20 años que hacían su servicio militar en Israel. Otros peruanos debían correr para ponerse a salvo mientras llegaban los Qassam.

El drama de la guerra no tiene color, afecta a todos por igual. Pero en Gaza la situación es sui géneris. Se trata de más de 1’600,000 habitantes que viven en apenas 300 kilómetros cuadrados, la zona más densamente poblada del mundo. Y los gazatíes no pueden salir porque tres cuartas partes de su territorio están rodeados de un muro de concreto dispuesto y vigilado por los israelíes. La otra cuarta parte da al mar, en playas que nadie puede disfrutar por la prohibición de los marinos israelíes que vigilan cualquier movimiento en las playas de Gaza.

Gracias a mis amigos de La Mula hace unos meses descubrí Ustream, una plataforma que a través de Internet puede transmitir desde cualquier lugar. En los dos últimos días he visto los edificios de Gaza que antes vi de cerca. Los mismos sonidos de helicópteros, zumbidos de misiles, gente gritando y hasta perros ladrando. Se trata de un trágico espectáculo mediático, porque mientras israelíes y palestinos se enfrentan tanto en el campo de batalla como en las redes sociales, la realidad de los ciudadanos de a pie de ambos lugares es que la muerte y la desolación es el común denominador de esta zona que es la más volátil del mundo por su permanente inestabilidad. Pero ese análisis es tema de otro post.